Prólogo
Radiografía de mi mismo
“Las artes hacen cosas en el entorno. Con sus formas y sus objetos intervienen en él, cuando menos modificando nuestras formas de percibir, conocer y pensar. Y así es que le reconocemos una potencial capacidad de modificar el mundo”.
Las exploraciones de todo artista, pasan necesariamente, por una serie de dinámicas de prueba-error, de la ida-vuelta, de la ganancia-perdida, de la expansión-contracción, sin que esta dualidad implique una anulación de los contrarios o una condena a la dualidad. Mucho más que tal resultado invariable, dichas exploraciones han probado ser radiografías de un lenguaje determinado. Podríamos pasar, por ejemplo, en un lenguaje del origen o en un lenguaje de la herencia o en un lenguaje de la transgresión, entre otras muchas posibilidades. Exploración y lenguaje inscriben así en el mundo, nuestro mundo, las grafías del origen de nuestras culturas, lenguas, tradiciones y cuerpos; las herencias que nos son transmitidas o, aquellas que asumimos como destino, o como azar, y cargamos desde un tiempo pasado que nos supera.
La casa de los geckos primera incursión del artista Jhafis Quintero en los registros de la escritura literaria es una extensión de diversas de las preocupaciones que ha ido inscribiendo en su obra visual a lo largo de los años:la precariedad, la ilegalidad, la masculinidad, la violencia, la soledad, la salvación través del arte. En su pasado hacia la materialidad de la narración el artista opto por el gesto autoficional para componer de forma realista, a veces quizá hiperrealisticamente, el bildungsroman de un joven Jhafis que, a pesar de todo se convierte en artista. La casa de los geckos, que puede ser leída como novela o como conjunto de relatos, o como diario íntimo- un texto híbrido de fronteras borrosas- es una pieza más de un proyecto artístico de larga gestación y, por lo tanto no debería ser leído aislado de los otros componentes de la radiografía quinteriana. Es precisamente a través del ejercicio de lectura ampliada en el que leemos la casa de los geckos como una pieza más dentro de un mosaico inacabado, que la exploración adquirirá su sentido completo como búsqueda de un lenguaje para poder decir y desdecir la subjetividad precaria del habitante del mundo contemporáneo.
Prólogo
Prólogo Los dueños del mundo
Hace un par de años Jhafis Quintero publicó Máximas de seguridad, un manual de instrucciones para sobrevivir en la cárcel, producto de una rigurosa y exhautiva investigacionde campo. El instructivo abre con la sentencia de “conoce a tu enemigo como a ti mismo” pudo llamarse también“ La confraternidad del cuchillo”. La serie de consejos para salir vivo de la cárcel empezaba con la regla de oro:lo primero y mas importante que debe de hacer al entrar a prisión es conseguir un fierro (preferiblemente delgado, pequeño y fácil de transportar) mediante trueque de sus objetos de valor dinero. De allí en adelante, acompañados de ilustraciones deliberadamente artesanales, se suceden consejos que, bien leídos, son máximas construidas con el material radioactivo de los proverbios.
Los dueños del mundo es el paso logico. Esta vez. Jhafis pasa del manual a la práctica, del concepto al apodo (que en prisión tiene más valor que el nombre de pila).
En estos 16 relatos desfilan las personas de carne y hueso que entran a esa dimensión en la que el espacio se comprime y el tiempo se licuifica. Calixto, Chupi, Locho, Blue, Sietenalgas, Muñecachocha, el Pana, el Ñato, Popeye, Bolsa de leche, Navarrote, Teacher. Todos ellos son dueños de un mundo que nadie quiere ver.
Policías y ladrones”, en papeles intercambiables, conviviendo en ese cuarto-de-chunches, esa especie de embajada no deseada de toda sociedad. A partir de relatos laterales, de una narración de primeros planos, Jhafis sin rozar ni la Victimización ni la misericordia, entrega un libro que camina por la sombra, un libro subrepticio, un libro con fierro adentro. Sin olvidar a los hombres solos de José León Sánchez, digamos que Jhafis Quintero está más cerca de Gregory Corso que de Gean Genet. Digamos también que es un libro hechizo, como las armas que se inventan los presos a partir de cepillos de dientes, encendedores, lapiceros. Esta colección de relatos está hecha de esos objetos encontrados.
De eso y del tiempo físico de las cárceles.
Luis Chaves